Hoy, como todo los días, he echado un vistazo a los periódicos digitales en busca de las últimas noticias y en uno de estos periódicos, El Confidencial, me encuentro con una de ellas deprimente y que, por pillarme tan de cerca, al leerla me ha generado un cabreo mayúsculo y una sensación de hastío e indefensión. Éste es el titular:
«A los 25 te rechazan por tener poca experiencia y a los 55 por tener demasiada».
Cuando te adentras en el artículo y empiezas a leer, vas dándote cuenta de una realidad silenciosa, sin aspavientos y muy dolorosa. A muchos de los profesionales que están en el entorno de los 50 años los tratan como un mueble viejo y los quitan de en medio para dejarlos en la calle a buscarse la vida. La situación es dantesca para este colectivo porque llevan, en la mayoría de los casos, cotizando más de 25 años y pese a la indemnización que puedan percibir, es dinero que no va a durar mucho y las posibilidades de encontrar un nuevo puesto de trabajo es casi nula.
¿Qué hace esta gente? Según el artículo, la gran mayoría de ellos (cerca de 900.000 personas) se dan de alta como autónomos y emprenden un negocio, pero muchos de estos negocios, como todos sabemos, terminan cerrando.
Otro dato triste. La tasa de paro en este colectivo se ha duplicado en los últimos diez años pasando del 7% al 16%.
Está claro que mientras que en las sociedades anglosajonas está más valorada la experiencia, en nuestro país es un hándicap tal y como nos indica el periodista en su artículo.
En fin, vivimos en un país que tiene un elevado porcentaje de paro en el público joven, con lo cual cada día tardan más en incorporarse al trabajo, y por otro lado, cada día tardas menos en salir de él. Resultado, tu vida laboral se acorta y esto hace que la población tenga menos oportunidades y a su vez esté más empobrecida.
Yo tengo 55 años y después de leer el artículo y escribir este post, no sé si será el día, la lluvia o qué, pero está claro que estoy de bajón.